03/05/2024
07:12 AM

El español, nuestra lengua

Víctor Ramos

El lenguaje es uno de los instrumentos que, con su aparición, dio un giro al desarrollo del género humano a lo largo de los siglos. A principios de la centuria pasada, ocurrió una importante polémica sobre el asunto del origen del lenguaje entre dos destacados intelectuales centroamericanos: uno, el Dr. Santiago I. Barberena, de El Salvador; y, el otro, el Dr. Antonio Ramón Vallejo, de Honduras. Barberena escribió un folleto para sus alumnos sobre la historia del lenguaje y, más propiamente, sobre la historia del idioma español. En este folleto, el sabio salvadoreño sostenía que el idioma es el resultado de un largo proceso evolutivo y que, al adquirir el lenguaje articulado, los humanos dieron un salto fundamental en su transformación hacia el homínido. El Dr. Vallejo, hombre de gran cultura, quien inicialmente se había ordenado como sacerdote, pero que luego abandona la sotana y dedicó el tiempo al ejercicio de la abogacía, la enseñanza universitaria y la investigación histórica, respondió al folleto de Barberena con un libro de 419 páginas, editado en la Tipografía Nacional de Tegucigalpa, en el año de 1906, titulado: “Ligeras observaciones al curso elemental de historia de la lengua española”. Vallejo que, como dije, era un sacerdote católico retirado, refuta a Barberena y niega las teorías del científico salvadoreño para contraponer a ellas los conocimientos obtenidos en su formación como sacerdote, que en esos tiempos negaba todo atisbo de explicación de los hechos históricos del hombre en base a la teoría de la evolución. El cambio de opinión para acercar las teorías teológicas a las científicas, en nuestros tiempos, lo inició Teilhard de Chardin, un sacerdote francés, cuando incorporó, a las interpretaciones teológicas, la teoría de la evolución.

En 1966, yo comencé a escribir, en La Esperanza, una biografía de Antonio Ramón Vallejo, trabajo que por fin pude publicar gracias al respaldo que recibí de José Antonio Funes y por haber ganado con mi obra el Premio Rey Juan Carlos I de Estudios Históricos, en 2005.

Uno de los tropiezos que tuve, cuando escribí el libro, fue que quería conciliar la postura más cercana a la ciencia de Barberena con respecto al origen de la lengua con las posturas clericales del Dr. Vallejo. Ambos intelectuales, por su importante trayectoria en el desarrollo de nuestra cultura, merecen mi admiración y respeto. Para solventar esta contradicción, acudí mediante una carta- al destacado abogado y escritor Medardo Mejía, dirigida desde La Esperanza, en diciembre de 1968. La respuesta, a pesar de que yo era un imberbe, no se hizo esperar. Don Medardo opinó que, por falta de investigación lingüística, en aquellos tiempos, ni Barberena ni Vallejo pudieron llegar al acuerdo de que el lenguaje es natural y social y que tal interpretación se basa en la naturaleza de la evolución social y en la transformación de los órganos que asisten al lenguaje. El español es una estructura viva que se transforma constantemente: suma nuevas palabras y guarda en su memoria las palabras que caen en el olvido.

Digo todo esto porque antier, 22 de abril, con motivo de la efemérides del nacimiento del célebre autor de Don Quijote de la Mancha, D. Miguel de Cervantes Saavedra, se celebra el día de la lengua española en todo el ámbito mundial en donde se habla el idioma de Góngora, Martí y Miguel Hernández.

En Honduras, la institución a la que el Estado ha otorgado la tarea de investigar, estudiar y cuidar el idioma español, nuestra lengua oficial, es la Academia Hondureña de la Lengua. Esta institución, fundada el 28 de setiembre de 1948, cumple en este año su 75 aniversario de trabajo incansable por la pureza del español de Honduras. Rafael Heliodoro Valle, calificado como humanista de América, e hijo ilustre de Comayagüela, trajo la idea a un grupo de intelectuales hondureños quienes reunidos fundaron la Academia y nombraron, como primer director, a D. Esteban Guardiola.

La Academia Hondureña de la Lengua ha funcionado sin interrupciones desde su fundación: ha tenido ilustres hondureños como directores, ha publicado con alguna frecuencia la revistas con trabajos de investigación sobre el español y de producción literaria. Contribuye de manera sostenida, desde que la Real Academia Española compartió con todas las Academias del Español en el mundo -unidas en la Asociación de Academias de la Lengua Española- la tarea de redactar y actualizar la gramática de la lengua española y los diccionarios: el de la lengua española, el del estudiante, el panhispánico de dudas, el jurídico, el de frases y locuciones y otros que están en estudio. Estas obras fundamentales contienen los fundamentos del bien hablar del español y deben ser, ya sea mediante la adquisición de los textos impresos o a través del sistema de multimedia, los libros fundamentales para todo a aquel que aspire a usar el español de manera correcta y a utilizar el lenguaje para expresar con justeza lo que piensa.

De la A hasta la Z, el español tiene una riqueza extraordinaria de vocablos. Este contenido se incrementa con la incorporación permanente de palabras propias de cada región. Las nuestras se llaman hondureñismos. Pero la palabra más importante del diccionario, porque el cumplimiento de su contenido y significado conduce al desarrollo intelectual es, no lo duden, LEER.

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