19/05/2024
11:54 AM

Instruye al niño

Henry Asterio Rodríguez

En la vida de todo padre, llega un momento crucial en el que deben dejar que sus hijos crezcan y tomen su propio camino. Este proceso, aunque desafiante, es fundamental para el desarrollo saludable de los hijos. En su exhortación apostólica Amoris Laetitia, el papa Francisco sostiene que el esfuerzo que supone educar no se concentra en formular verdades u obligar comportamientos. Todo lo contrario, el Papa anima a facilitar el proceso, esto lo expresa contraponiendo dos imágenes: la de la “Iglesia aduana” contra la imagen de la “Iglesia casa paterna”, en la que todos los hijos encuentran su lugar (AL 310). Esta facilitación a la madurez y el crecimiento está respaldado por principios bíblicos, a continuación presentamos algunos. En Proverbios 22,6 se nos instruye: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Esta enseñanza implica el deber de los padres de guiar a sus hijos mientras están bajo su cuidado, pero también implica confiar en que los valores sembrados serán internalizados y seguidos por los hijos a medida que crecen. La Sagrada Escritura también habla sobre la importancia de permitir que los hijos asuman responsabilidades y tomen decisiones. En Efesios 6,4, San Pablo aconseja a los padres: “Y ustedes, padres, no provoquen ira a vuestros hijos, sino críenlos en disciplina y amonestación del Señor”.

El apóstol, no solo enfatiza el valor de una crianza amorosa y de la instrucción en la fe, sino también la de un sano equilibrio entre la guía paterna y el respeto por la individualidad y la autonomía de los hijos. Un ejemplo potente de este soltar y dejar crecer a los hijos se encuentra en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11-32). A pesar de las decisiones equivocadas del hijo, su padre lo deja partir y aprender de sus errores. Cuando el hijo regresa arrepentido, el padre lo recibe con amor y celebración. Esta historia ilustra la importancia de permitir que los hijos tomen sus propias opciones de vida (aunque no gusten a los padres) y aprendan de las consecuencias, al tiempo que demuestra el amor incondicional y la disposición de perdonar de un padre, que no se queda en el error, sino en la capacidad de reflexión que indica madurez y crecimiento. Por otra parte, en el libro de Eclesiastés se nos brinda la clave que deben tener en cuenta los padres, en la crianza de los hijos, el factor tiempo. El autor sagrado nos enseña que “hay tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado” (Eclesiastés 3,2). De esta manera se nos recuerda que un tiempo para cada cosa bajo el cielo, incluido un tiempo para que los hijos crezcan y encuentren su propio camino en la vida, y que, si se ha sembrado buena semilla, esta germinara en el tiempo de Dios no en nuestro tiempo. Como vemos la Sagrada Escritura nos enseña la importancia de dejar que los hijos crezcan, asuman responsabilidades y tomen sus propias decisiones, mientras los padres los guían sabiamente y los instruyen en el camino del Señor. Este proceso es esencial para el desarrollo de hijos fuertes y seguros de sí mismos, que eventualmente se convertirán en adultos responsables y comprometidos con su fe y con sus principios, que sabrán honrar a Dios y compartir con el mundo los valores que un día sus padres les inculcaron.