17/05/2024
12:20 AM

Cambiar nuestra manera de vivir

Salomón Melgares Jr.

Un tema al que la Biblia le hace más clara su transparencia es al de las obras de la carne (el deseo de hacer lo malo) y el fruto del Espíritu de Dios, por eso les doy este consejo, escribe el apóstol: dejen que el Espíritu de Dios guíe su vida y no complazcan los deseos de su naturaleza carnal.

Nuestra naturaleza carnal desea lo que está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios desea lo que está en contra de la naturaleza carnal. Los dos se oponen. Está claro que las cosas que hacen los que obedecen a la naturaleza carnal son infidelidad en el matrimonio, relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás.

Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, se emborrachan y en sus fiestas hacen locuras y cosas malas. En cambio, el Espíritu de Dios produce amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (ver Gálatas 5:16-23).

En contraste se encuentran las actitudes que genera el Espíritu de Dios en las personas que habita: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio, entre otros. Ahora, en la realidad, en lo cotidiano, qué es verdaderamente ese fruto.

Déjeme recapitularle acá lo que decía un autor al respecto. El amor es procurar el bien del otro antes que el nuestro. El gozo es contentamiento sin importar las circunstancias. La paz proviene de confiar en Dios y rendirse a Él.

La paciencia se fomenta al confiar en el tiempo de Dios. La amabilidad es sentir la compasión de Dios por los demás. La bondad es reflejar la justicia y rectitud de Dios.

La fidelidad es ser firmes y confiables. La humildad es acercarse a los demás con llaneza, reconociendo las propias limitaciones y debilidades. Y el dominio propio es tener control de uno mismo, confiando en la fortaleza que proporciona el Señor.

Que podamos, entonces, seguir el consejo del apóstol y dejar que el Espíritu de Dios nos guíe y cambie nuestra manera de vivir.